Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde

miércoles, 27 de octubre de 2010

¿Cómo no te voy a querer . . .Papá? "El Ángel Exterminador" Milenio Diario.




Elegir el nombre de un vástago debe ser una responsabilidad muy grande, y más aún cuando se trata del primogénito. Incluso, el proceso mismo puede causar pleitos irreconciliables que devengan en un muy tempranero divorcio o en una visita a urgencias en Xoco, debido a que el pobre marido recibió un chingadazo en el parietal izquierdo con el cenicero de cristal cortado, regalo de la tía Conchita por sugerir que la escuincla porte con orgullo el nombre de la ex mujer del muy iluso.


Me llamo América, soy primogénita, y la génesis de mi nombre es un asunto familiar que siempre me ha llenado de vergüenza y rencor hacia mis padres. Principalmente a mi papá, quien nunca en su vida ha sentido el menor remordimiento por haberme arruinado todita mi existencia. Hoy día mi nombre es de alguna manera común y es fácil encontrar por la vida a alguna tocaya compañera de desventura; pero hace 33 años mi nombre era una auténtica rareza.
Se podría suponer que mi padre me llamó de esa manera por su desmedida afición futbolera y que optó por bautizarme en honor al equipo de sus amores. Esto es parcialmente cierto. Mi padre sí es un aficionado al futbol, pero no es americanista, sino orgullosamente puma y apostador crónico.
Yo nací el 8 de agosto de 1976, y en ese histórico día mi pobre madre se encontraba sufriendo los dolores de parto en conocida clínica capitalina. Cualquier esposo devoto tendría el deber de estar acompañando a su mujer en la pujadera o al menos tragándose las huellas digitales y uñas en la sala de espera; sin embargo, donde mi padre realmente se encontraba era en el Estadio Azteca, observando la final del torneo de liga que se disputaban los Leones Negros de la UdG y el Club América. Al muy ladino se le ocurrió apostar el nombre de su hija a su jefe, ya que según afirma, estaba seguro de que el América (equipo al que aborrece, por cierto) no se coronaría campeón y que sus gallos —los Leones Negros— lograrían la hazaña de humillar a los de Coapa en su propia casa, ay sí, ajá). Craso error, el América consiguió un titulo más como campeón del futbol mexicano.
Por alguna razón que jamás entenderé y que apuntan a que mi madre es una candidata a la beatitud, no se divorció ni pidió camas separadas ni mucho menos lo mandó a la mismísima chingada, sino que en mutua complicidad me arrastraron a un Registro Civil para demostrarle al mundo que las deudas de juego son deudas de honor y que hay gente a la que deberían de prohibir reproducirse.
Durante más de 30 años he sido objeto de todo tipo de burlas y en la escuela fueron las más traumáticas: he sido la niña “Atlante”, “Chiva”, “Necaxa” y nunca faltó el maestro pendejo que intentaba hacerse el chistoso: “A ver pásele al pizarrón, ¡América y ya!” He intentado tomar el asunto con filosofía y hasta he agradecido a la corte celestial que esa apuesta no se perdiera contra los Zorros del Atlas, verdad de Dios.
Pocas personas pueden entender la afrenta que me provoca, siendo tan aficionada puma, portar mi nombre a causa de la imbecilidad de mi progenitor, pero al parecer la revolución me está haciendo justicia. El año pasado conocí a un bellísimo Francés que al presentarnos, absolutamente maravillado, me dijo que le parecía muy bello y melódico. Me preguntó: “¿Por qué te llamas así?” Yo le respondí sin chistar: “Me llamo América en honor al continente de la elegía que nunca es el mismo pero siempre es América”... y se rindió de amor por mí, ante la peor y más piadosa de mis mentiras. Touché.
América Pacheco
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domingo, 3 de octubre de 2010

Ikarus I.


En una entrada anterior de este blog, hablé sobre el talento artístico de mi hermano, talento que yo considero valioso, contundente. Él es una persona absolutamente desapegada a las redes sociales, de tal suerte que nunca ha considerado -ni remotamente- la posibilidad de abrir un blog a pesar de mis constantes recomendaciones. En fin, con el propósito de dar a conocer su prolífico trabajo literario, quisiera compartir con los lectores de mi espacio, un vistazo a mi amado Ícaro.

Bauticé de esa manera a mi hermano hace algún tiempo en medio de una charla salpicada de nostalgia y desamor. Ambos amamos la mitología griega así que nuestros desvaríos están plagados de constantes guiños.  En su último desencanto amoroso, montada en un Dédalo sobre protector, le advertí: "Ícaro, ten precaución de volar tan alto, cuida de no acercarte al peligroso sol, no quisiera verte caer al mar o a la tierra con las alas y el corazón destrozados". Fiel a su constante afán de perseguir leyendas, se acercó más de la cuenta al sol que tanto amaba  y se cumplió la profecía. Desde ese día, abrazó al trágico personaje mítico para convertirlo en su símbolo  personal y referencia en sus cantos poéticos.

He aquí pues, el Canto I de su serie "Íkarus" . . . léanlo y discúlpenos si hay contagio.

IKARUS, 
PARTE I.
  
Ángel. . .

Se que prometí no molestarte,
sí me he atrevido a invocarte
es por que recibi la terrible noticia
de que estoy plagado de espíritus malignos.

Muerden de día,
muerden de noche,
los minutos sin ti, 
son gran desastre y castigo.

Extraño las expansiones que te pertenecen.
Cristales y colores sin nombre 
encarnan una especie de recuerdo
que recarga con más metal 
tu costado y tus piernas agudas ...

Precioso accidente
bolsita de incienso
quisiera detentar tu recuerdo
por el tiempo que dura la claridad del sol ...
pero, un fuego grande
incendiario, desdibuja una de mis alas.

La lluvia cae 
en forma de lágrimas
mi espíritu se quema
como perfume.

Tropezando el borde de una nube
me aferro al vapor
y comienzo a caer ...
mi memoria comienza 
a establecer distancia.

La adivinación,
 
me es difícil de soportar.
Mis dedos abandonan
tus fabulosas deidades y
llegan los días de vacilación.

¿Sabes?

Así fue como me entere
que vine en contra
de mi propia
voluntad a la tierra...

Víctor Antonio.



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