Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde

miércoles, 3 de febrero de 2010

Vaselina. *9o. Relato.



1.
#yoconfieso que soy prostituta. No tengo empacho en decirlo porque provengo de una estirpe de putas y chichifos. Mi padre desapareció después dispararle a un judicial y Beatriz se desvaneció cuando yo comenzaba a seguir su ejemplo. Al morir mi madre, sus hermanas, putas también, se convirtieron no sólo en mis matronas, sino en mis vigías. Mi memoria prodigiosa y la exuberancia de mi cuerpo hicieron que ellas depositaran su fe en mis movimientos. La estirpe saldría de este negocio gracias a mí (Cosa que no ha sucedido, a pesar de mis éxitos y el dinero que les envío, aún cincuentonas, ellas siguen chupando toda verga que se les arrima en las nalgas). Además de la alegría de mis tetas y el cinismo de mi culo, la diferencia con mis ancestros la han marcado mis aspiraciones literarias. Nunca supe en qué momento me volví puta, así nací. Mi historia es acerca de cómo me volví escritora.

2.

Terminé la prepa a trompicones, no por burra, sino porque la cogedera me traía mareada. Después de 21 años en la casona de mis tías en la calle Victoria, salí de Oaxaca con mis pocos ahorros para estudiar en el DF. No hubo tos, toda la cuadra celebró mi despedida llena de esperanza. Me siento tan afortunada de ser la primera puta que sale de esa calle sin que alguien objete, que recuerdo esa noche en los momentos de nostalgia o de zozobra.

Me había creído todo aquello de mi talento natural que no dudé en valerme de mí misma para pagar renta, escuela y diversiones. También había escuchado que para salir en televisión había que ser bien puta, e hice mi examen para estudiar ciencias de la comunicación. El día que pagué la ficha en la UNAM, también pagué un anuncio en el periódico que a todas luces se veía conveniente: Muchacha ingenua y provinciana quiere que conozcas al hombre que traes dentro. Pruébame una hora. No te arrepentirás. 102-67-96. Y mi bíper. Seguramente son tan inteligentes que no tengo que contarles que me aceptaron sin chistar en la escuela, y que mientras asistía a clases, mi bíper vibraba como dildo.

Me volví muy aplicada. Conocí tantos penes entre libro y libro que ahora los relaciono de una manera desconcertante. Cuando tengo una buena novela en las manos, me provoca ganas de introducirla en mi caverna aceitosa. Y cuando tengo un buen pene adentro de mi boca, tengo la impresión de estar leyendo una vida.

3.

Aunque no dejé mi oficio, que creció de forma exponencial gracias al celular, al terminar la carrera salí con el ánimo de encontrar un empleo que me permitiera escalar socialmente sin el prejuicio de los otros. Ya para entonces mi soberbia consideraba absurdo trabajar para la caja idiota, así que comencé de reportera en una revista de política. Al principio cubrí notas deportivas que exhibían la petulancia, ignorancia y corrupción, notas basura; pero yo no perdí el aliento, además de conseguirme clientes potenciales, en el fondo sabía que sólo era el primer paso.

4.

Sé muy bien qué les mueve la verga a estas alturas del relato: O verme coger o conocer cómo estas tetas se convirtieron en una intelectual de renombre. Las dudas se revelan en el mismo párrafo, así que para no impacientarlos, aceleraré el orden de los acontecimientos.
Abrí mi blog a sugerencia de colegas. Lo consideraban una herramienta alternativa para divulgar mi voz y garantizarme lectores. El sabor de mi prosa y el desenfado para tocar ciertos temas, me generó un círculo de fieles seguidores. Éste éxito se reflejó en la vida laboral casi de inmediato. Me ofrecieron columnas por todos lados. La remuneración que significaba ese ascenso, así como el crecimiento de mi imagen, me hicieron reducir mi negocio a una docena de clientes que gozaban de toda mi confianza (y que además habían soltado tanto la lengua, que era fácil chantajearlos). El momento que están esperando inicia cuando aparece Twitter. El blog perdió fuerza y todos nos movimos hacia la nueva herramienta, desconcertante al principio pero abrumadoramente entretenida hacia el final. Al inicio opinaba sobre mis temas, más tarde comencé a aportar chistes, y después ya era parte de una comunidad de extravagantes. En ese momento comenzaron a llegar los DM sexuales.

5.

No quería responder esos mensajes escurridos de lascivia, pero eran tan originales que me sacudían. Le contesté sólo a @chejoviAno. Me inspiraba confianza. Era del medio, lo conocía en persona y se notaba que moría por ensartármela. Yo me sentía más sabrosa que nunca con sus mensajes. Me sirvió para asimilar el momento de mi vida en el que me encontraba: Estaba realizada laboralmente pero, faltaba algo.

Desde que entré a su casa, supe que esa verga iba a estar dentro de mi culo por algo. Lo supe porque babeaba a cada palabra (mi pucha, no mi boca). Era el hombre de letras, el hombre que disfrutaba de Chejov mientras yo le rozaba el glande con mi dentadura. Él nunca supo, ni ahora lo sabe, quien era en realidad. Él creía que se cogía a una reporterucha cuando en realidad se cogía a una puta.

Una mañana tuve la fantasía de que yo era la escritora y él mi chichifo. Mientras él me lamía el clítoris con delicadeza, decidí que debía penetrarlo. El deseo rebasó mi cuerpo. Lo agarré de los pelos y él entendió que debía obedecerme. Lo bajé de la cama. Órale cabrón. Lo puse en cuatro patas y me coloqué detrás de él. En el segundo cajón, dijo él excitado. Me levanté, abrí y encontré un pené de plástico que colgaba de un cinturón de velcro. Los conocía bastante bien. También había un frasco de vaselina. Fui hacia él. Me hinqué, le lamí el ojete y sus estertores me calentaron el vientre. Le unté la vaselina y me abroché el cinturón. Yo era el poeta que penetraría a la tradición literaria, a ese club de machos; y él era mi puta que me abría la puerta. A pesar de no tener sensibilidad en ese pene de plástico, los sonidos de @chejoviAno, sus contorsiones y el endurecimiento de mis tetas, me provocaron pulsos en el interior de mi vagina. Cada entrada era con más fuerza y a cada salida mi vientre se volvía más sensible. Lo tomé de los hombros y acerqué mi cuerpo lo máximo posible. La penetración fue total. Nuestros sudores se volvieron la misma pasta y el entrar y salir se volvió un movimiento casi imperceptible. Cada pulso me llenaba de fuego el vientre. Después de unos minutos así, unidos por ese plástico ensartado, sus gritos eufóricos y mi mareo hicieron que nos desplomáramos en el suelo. Tenía que vivir eso también afuera del sexo.

@chejoviAno me recomendó montones de talleres, todos insípidos y con ganas de desalentarme. Hasta la noche que me presentó a un director de teatro en una cena pre-orgía. Él me platicó del método Stanislavsky aplicado a la literatura. El “No te creo, no me convences”. Se parecía tanto a la teoría de mis tías acerca de ser puta, que sabía que había nacido para ello. Comencé a escribir interpretando otros papeles desde mi propia experiencia, igual que cuando era la secretaria, la enfermera, la esclava o el socio con mis clientes. A diferencia de lo que puedan creer, mis novelas no son de corte erótico. Son ustedes después de coger, son las enfermeras que desean, son el socio que camina sin saberse deseado. Todos mis personajes viven en el post-coito.

6.

Con este texto intuirán que ha sido fácil devorarme a todos los editores de México, incluso a un par de ellos que viven en Barcelona. Mis clientes ya no me dan 200 pesos por una hora. Me firman contratos en blanco mientras les recorro el escroto con la lengua. Mis novelas se venden como cigarros, a pesar de la advertencia de la crítica.

Justo ahora estoy en una estancia en Turquía. Entrevisto personas y escribo una novela sobre las similitudes entre este país y México, sobre el deseo de ser occidentalizados por completo. Quizás han sido algunas calles de Estambul las que me han puesto a escribir esto. O tal vez sea porque cumplo 40. Hoy conocí a un chichifo turco que me confesó haber matado a un policía, que necesita dinero para emigrar a Berlín. Me dio su teléfono.

7.

Resultan tan lejanas esas noches en la calle Victoria, que me estremezco. Ahora que he dado mis coordenadas sabrán quién soy. Sin embargo, la decisión de publicar este texto es mía. Quizás lo borre como lo he hecho tantas veces. Quizás cambie los nombres y los lugares y lo envíe a unos de mis editores. Quizás lo divulgue tal cual en internet. Esta incertidumbre me eriza los pezones. Quiero la verga de ese turco en este momento, mis calzones comienzan a empaparse. Le voy a llamar.

Relato de "Ingenua"
*Andrei Vázquez @el_Andrei

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