Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde

jueves, 4 de febrero de 2010

Pacientes, clientes... Soy Médico *15o. Relato




Llevo varios días leyendo en twitter de prostitutas, y en una sociedad como la nuestra, en dónde ya dos hombres se pueden casar, sigue siendo un tema mal visto y de poca categoría, dicen. Sin embargo apenas ayer surcaba las calles del centro de la ciudad con unos amigos, todos gay igual que yo, y se nos acercó un chichifo, que para fines prácticos no deja de ser una prostituta. Ninguno le dimos jalón por pena, miedo o simplemente por falta de recursos, anoche no fue la noche del chichifo.

Hoy por la mañana desperté, me bañé, afeité, elegí pantalones, saco, corbata y camisa que combinaran, soy un Médico respetable y hay ciertos lineamientos para vestir, y aquí fue dónde comenzó la idea de que también yo soy una puta. El pensamiento pasó por mi cabeza, y he de confesar que verme buscando cliente por la noche me hizo sentir… Simplemente sentí, algo que está prohibido para alguien que se dedica a lo mío o a lo otro.

Continué la rutina del día, desayuno, las rondas habituales del hospital, todo sin pensar en lo de anoche ni en mi idea extraña de la mañana, hasta que llegué al consultorio y no pude evitar pensar en esas cuatro paredes como en las de un hotel. Quizá hoy sería la puta o chichifo de alguien, finalmente lo que hago no es muy diferente: paciente tiene necesidades, yo estoy entrenado para satisfacerlas, entran a ese espacio cerrado con grandes expectativas, platicamos, algunos dicen exactamente lo que quieren y necesitan, otros solamente se dejan llevar por mi experiencia, hacen exacto lo que les pido pero al final siempre termino regalándoles lo que desean saber, lo que sus oídos quieren escuchar y sus cuerpos quieren sentir. Todo termina conmigo recibiendo dinero.

Pienso que sería gratificante que ese chichifo de anoche entrara al consultorio y me tratara de esa forma, con el trato de usted por delante, pero con tantas ideas en la cabeza que, incluso de pensarlas, hacen la otra cabeza crezca. Trátame como a tu puta maldito chichifo desgraciado, pídeme que haga lo que no quiero pero que deseo, haz que todas las cosas que sé hacer culminen en un orgasmo, aunque sea mental. No me importa si el único vestigio es una mancha de semen sobre la sábana o un garabato sobre una receta, para eso me pagas y para eso me entrené como tu médico o tu puta.

Comienzan a llegar mis pacientes y la idea se corta de un tajo, la mayoría son hombres, en el mundo de la Ortopedia orientada a los deportes los hombres varoniles, grandes y fuertes son un común denominador, no hay abdómenes abultados ni carne de más, todos tienen lo que deben y dónde debe de estar. ¡Oh por D-os, aparte de todo, soy una puta con suerte! Y me paso el día desnudando torsos, tocando pectorales, brazos, piernas, caderas, nalgas. Haciendo fuerza, oponiendo resistencia, recibiendo y dando en la misma medida. Escuchando insatisfacciones y satisfaciendo malestares, ofreciendo lo que otros harían por menor precio, pero garantizando que conmigo será mucho mejor, finalmente soy un profesional, no?

No sé cuántos pasaron, al final del día pierdes la cuenta, solo recuerdas los cuerpos, la desnudez, no solo del mismo cuerpo, sino del alma, la forma en que al terminar esos 40 minutos de consulta aquel que pidió tus servicios dibuja una sonrisa en su cara, te da las gracias y se retira, no sin antes pagar la suma acordada. Me dispongo a retirarme del consultorio, limpio las sábanas, ordeno todo para que nadie sepa lo que aquí ha pasado. La limpieza más importante es la de la conciencia, no sería ético hablar de los malestares y satisfacciones de mis pacientes con nadie, y mucho menos de cómo las obtienen, lo que les falta o les sobra queda solo entre ellos y yo. Camino por las calles, la bata blanca me delata, todos saben a lo que me dedico y algunos hasta piensan en cruzar la calle, hablarme, pedirme una cita, pero igual que pasó anoche no lo hacen por pena, miedo o simplemente por falta de recursos, hoy no es la noche del médico pero fue el día del chichifo.

Llego a casa, arreglo el atuendo del día siguiente, debe de transmitir lo que soy y lo que puedo darle a cada uno de mis clientes. Me quitó la ropa y entro a la regadera, tengo que limpiar todo lo que ellos dejaron sobre mi hoy, el sudor de la victoria, del nerviosismo, el olor de la satisfacción. Estoy extenuado y aún así prendó la computadora, hoy no he twitteado nada y solo atino a teclear algo que he tenido en la mente desde la mañana y que ahora puedo plasmar en 140 caracteres. Mi primer y último twitt del día dice: La próxima vez que un Médico les pregunte “en qué puedo ayudarle” piensen que están pagando a la más cara de las putas #twiterasprostitutas.

Relato de "Dr. W"
*Autor: Rodrigo Vázquez @gigiomd

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