Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde

sábado, 13 de febrero de 2010

La Obsesión. *66o. Relato


Recuerdo perfectamente la primera vez que la vi, un compañero le tomó una foto espectacular durante un operativo contra “loncherías/prostíbulos” en la zona de la Merced. En ese instante supe que podría reconocer la voluptuosidad de su cuerpo y la amplitud de sus caderas en cualquier lugar.
Recorrí los separos de la Delegación Venustiano Carranza buscando a la mujer que me despertó tanta lascivia sin éxito alguno. Por semanas me hice visitante frecuente de

San Pablo, Anillo de Circunvalación y calles aledañas a la zona, con el mismo resultado: una frustración enorme y una gran calentura por pensar en ella.
Pasaba, inútilmente, las noches navegando la red en busca de chicas de su profesión. Había de todos colores y sabores; colombianas, venezolanas, europeas, argentinas, rubias, negras, mulatas, albinas, todas con cuerpos de diosas, candentes, pero ninguna me provocaba la cachondez irrefrenable de aquella fémina desconocida.

Pronto el deseo pasó a ser una obsesión sobre la cual giraba todo. Al trasladarme al trabajo siempre tomaba los rumbos de la Merced, esperando encontrarla en alguna esquina, monitoreaba las páginas de escorts y mujeres que ofertaban sus servicios. Amplié mi búsqueda a las redes sociales, revisaba las fotografías de mujeres de Facebook, Hi5 y cualquier nueva página que apareciera, siempre buscando esa silueta, esa figura, ese cuerpo que subía mi temperatura a 1,000 grados.

Finalmente, desistí, no pude más, me entregue a las prostitutas de grandes caderas cerrando los ojos e imaginando que esos enormes traseros eran los de ella, así sobrellevaba mi obsesión. Con la libido más relajada, las cosas parecían volver a la normalidad, familia y amigos contaban de nuevo conmigo, pero algo en mí había cambiado, yo lo sentía y sólo lo percibían los más cercanos a mí, aquellos que habían compartido muchas de mis decepciones amorosas y mis meses de depresión que les seguían.

Una nueva novedad apareció en mi vida, era una forma nueva de interactuar en la red, Twitter. Sin mucho ánimo ingrese y no me pareció la gran cosa avisar lo que estaba haciendo en 140 caracteres, pero eso cambio. Al revisar los perfiles encontré a una tal @La_Meche, con una fotografía que llamó mi atención, eran unas caderas portentosas, increíblemente sensuales. Su perfil describía su filosofía y actividad, “mujer de moral relajada y muy buena onda” de inmediato tuve una erección, si no era ella, esta twittera había logrado lo que por años perseguí tan sólo con su foto y su descripción. Sobra decir que la agregue de inmediato.

Pasaron dos largos días para que respondiera a mi solicitud, pero valió la pena. Twitteamos y re-twiteamos, pasamos de lo general a lo particular, me describió su boca, que en su opinión era lo mejor que tenía que ofrecer, pues según dijo poseía unos labios mamadores… con cada twit mi calentura se incrementaba y ella se encajaba como un hierro ardiente, en mis pensamientos. Fantaseé con lamer cada centímetro de su piel, se lo twitte y me dijo que le encantaría eso, porque los clientes normalmente sólo quieren lo suyo y san se acabo, que aunque ella sabía que esto es en esencia el negocio, el que yo me preocupará por darle placer en vez de sólo recibirlo, la prendía. Me dio su e-mail y un horario para encontrarnos en línea.

Pensar en ella me ponía en un estado emocional distinto, que era muy evidente, mis compañeros me preguntaban si me estaba ejercitando o metiéndome alguna substancia extraña. Pobres idiotas, en su vida podrían experimentar lo que yo estaba viviendo, y menos aún lo que estaba por vivir.

Al entrar en contacto con @La_Meche de inmediato me leyó la cartilla, no besos en la boca, una hora era lo mínimo, 1,200, sólo efectivo y condón obligatorio. ¿Eso era todo? Tan fácil, tan claro, tan directo, me sentí decepcionado por un instante, pero inmediatamente me mostró sus fotografías, como para que checara la mercancía. Eso me aniquiló, me hizo caer rendido a sus pies, era ella, era la prostituta que fue sacada con la minifalda a media nalga en aquel operativo, acordamos hora y lugar para vernos. Di gracias a Baco y me fui a duchar para calmar la ansiedad que mi cuerpo presentaba.

Encontrarnos fue un suplicio, llovía a cantaros, la Calzada de Tlalpan parecía que iba a convertirse en un enorme río, cuando llegue al punto de reunión no había nadie con sus características, espere una hora y nadie apareció. Frustrado, me retire sólo porque el agua comenzaba a subir peligrosamente su nivel, si no hubiera sido capaz de esperar 6 horas. Sí esa mujer me tenía enculado, literalmente.

Empapado por la sulfurosa lluvia de esta ciudad, mis pensamientos iban matando mi esperanza de encontrar a la hembra que despertaba al máximo mi lujuria y mis pasiones. Me conecte de inmediato, twitte “Yo llegué y como en la canción te espere bajo la lluvia” De inmediato me dio RT y añadió “Lo siento papito, la lluvia no me dejo llegar, pero haré una excepción por ti, dime tu dirección” Le mande un DM con mis datos.

Fueron minutos de tensa calma, tendría para mí a esa mujer, para hacer y deshacer a mi antojo, en mi espacio, en mi territorio, esto sin duda lo recordaría toda la vida. Ella sería mía, lo imagine cientos de veces, pero jamás pasó por mi mente tenerla en mi cama. La excitación de mi mente fue interrumpida por el ruido del interfono, nervioso levante el auricular y pregunte “¿Quién es?” Respondió “Soy La Meche” con una voz gruesa, de esas que desde el primer momento te hacen imaginar a una mujer sensual y misteriosa, tipo locutora de radio.

Abrí y cuando esperaba frente al elevador a mi distinguida invitada, la luz se fue.
Maldición, pensé en pedir ayuda para sacarla, pero no sabía cómo iba vestida y me preocupó la reacción de los vecinos. Desesperado, baje dos pisos y escuche ruidos en el elevador, sabía que era ella. Estaba bien, ella me pidió que le ayudara a salir, me negué. Le ordené que guardara silencio, ese día cumpliría dos de mis grandes fantasías, se lo haría a la mujer que había logrado elevar mi deseo sexual a un nivel como jamás había experimentado y en un elevador, sí en un lugar público y con el riesgo latente de ser descubiertos.

Tenerla atrapada ahí, el pensar en poseerla dentro de ese cubo me excitaba muchísimo. Abrí la puerta y me deslice hacía adentro, no podía ver gran cosa pero percibí su silueta, sus monumentales caderas y un perfume suave. Cuando estuve dentro, ella rió, como toda una profesional me pidió la paga checando con la luz de su celular los billetes. Pude percibir entonces su blanca piel y me abalance sobre ella. No protestó, dejó que mis manos y mi boca recorrieran su cuerpo.

La puse contra la pared tocando sus nalgas, esas nalgas que me habían vuelto loco por tanto tiempo, estaban frías pero eran carnosas y suaves. Las masajee, las olí, las chupe, las mordí, quería acabármelas, tenerlas siempre conmigo. Caí en la cuenta del lugar y el tiempo, me apresuré, le pedí que me mostrara la habilidad que tanto presumía y así lo hizo. Tomó entre sus manos mi miembro que estaba enardecido y lo trató como nunca antes, las mejores caricias que he sentido salieron de esa boca, la forma de jugar con su lengua, de succionarlo, de moverlo.

Estaba extasiado, pero pronto mi mente volvió a su trasero. La detuve e hice que se inclinara. Entre sombras percibía sus formas, esa silueta que me había hechizado. Tocaba esa piel tersa y fresca. Me di prisa y pronto estuve en ella, una sensación deliciosa recorría mi cuerpo, la tenía, era mía, ahí estábamos fundidos en un solo ser. Jadeantes, acelerando y deteniendo el ritmo, continuamos hasta que ya no pude más.

No fue como lo soñé, ni si quiera cerca de lo que había imaginado, fue mucho mejor. Me sentí satisfecho por completo, era el mejor sexo de mi vida, la adrenalina del momento, el lugar, la emoción de estar con una twittera prostituta, el placer de llevar mi sexualidad de la imaginación y del ciberespacio a la realidad, fue en suma una sensación indescriptible.

Salí del elevador, le tendí la mano y cruzamos una mirada, me pregunto “¿Vas a querer que vuelva?” No quiero dejar de vivir esto jamás, le contesté y me dirigí a mi apartamento. Volteé para decirle, nos twitteamos.

Desde ese día y hasta hoy, cada viernes de quincena, busco @La_Meche para tener mi dosis de felicidad y cubrir mis necesidades carnales, sólo eso sin complicaciones, sin dramas. Ella me proporciona una bocanada de aire para vivir en el mar de hipocresía de mi entorno.

*Relato de Santiago Niño.
*Autor: Ivan Moyle @ivansioux

1 comentarios:

Anónimo dijo...

La narración antes descrita no me cuadra con lo que se vive dia a dia en ese cocurrido lugar de nuesto querido distrito federal.

Tiene un buena entrada, pero no termina de cuajar.

 

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