Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde

lunes, 8 de febrero de 2010

Ezquizofrenia. *47o. Relato


Las manos ensangrentadas y una amnesia desconocida hacia de mi mañana algo singular. Alejandra yacía en la cama adornada de sus colores, pasiva como la luna llena, tranquila, sin moverse, sin respirar.

Alejandra nació en Tenochtitlán, sus padres se mudaron a la Ciudad de México cuando ella tenía solo dos años, junto con su hermana Graciela. A la edad de 5 años su padres fueron asesinados, hecho que a Alejandra no pareció afectarle, supongo que no tenía la edad suficiente para entender, además de que siempre estuvo bajo el ala de su hermana que siempre cuidaba de ella. A los 10 años comenzó a sentir una gran atracción por los hombres, por los hombres mayores cabe mencionar, y a medida en que creció también crecía el gusto por los mismos. También sus curvas se acentuaban, a la edad de 15 años era una niña voluptuosa con un rostro fino y redondo, piel suave y bronceada. Una lolita, robaba miradas a diario, miradas perversas, pensamientos impuros.

En el último año de secundaria se dio cuenta que su sola presencia perturbaba la mente y deseos de los que la miraban, y que tenía beneficios solo por ser bella.

Decidió entonces aprovecharse de los hombres de mente débil y cartera fácil, comenzaba por cambiar besos por algún regalo, o la simple compañía de un tipo con auto deslumbrante le bastaba para aumentar su autoestima. A los 17 años se decidió por ser prostituta, era un buen trato, el sexo era algo que le encantaba y si a cambio recibía a dinero, no había más que pensar. Se convirtió en una bella prostituta, de alto nivel con ingresos que cualquiera envidiaría. Se empezaba a sentir bien, nunca sucia ni con la necesidad de tener esa profesión, siempre todo por amor al sexo (y al dinero). Es todo lo que se.

Yo la conocí en un bar del pueblo de San Julian, todo en ella era perfecto, incluso la punta del dedo anular faltante en la mano derecha, el cual había perdido al tratar de componer su bicicleta cuando tenía 8 años. Su cabello rizado y largo, sus caderas que terminaban en unas enormes nalgas, un bronceado permanente y una mirada profunda. Si a eso le agregamos el tono sensual de su voz, era una combinación ganadora. Tenía que ser mía. Me acerqué, tome asiento junto a ella en la barra, y noté que usaba twitter desde su celular y soltó una carcajada –perdona que me meta pero, veo que tienes twitter, - Si, es muy divertido y además así me pongo en contacto con nuevos clientes- . ¿clientes?- Soy dama de compañía .- Oh! Prostituta diría yo- cómo quieras llamarlo,¿te interesa?. En ese instante trazó una línea fina con su dedo desde la rodilla hasta la punta de mi pene, -soy la mejor – menciono, sentí que acercó sus labios hacía mi oído, no logre interpretar las siguientes palabras, debido a que sentí que mi verga se comenzaba a endurecer, sudé. –Veo que te interesa amor, o por lo menos tu cuerpo me lo dice. Tome su mano y la alejé. Pedí una cerveza, la cual tardo más en llegar que en lo que vacíe el contenido, estaba listo. Pague la cuenta y nos largamos, cubrí mi erección con la gabardina, pero el roce con el pantalón y el hecho de observarla no reducían el efecto.

Por fin en el taxi hacía mi departamento logré relajarme un poco, estaba decidido, mi primera vez estaba por venir, y sería con la mujer mas bella. En el camino me contó su pequeña historia. El trayecto fue tranquilo ella me contaba su vida y me abrazaba, decía que conmigo se sentía segura. Después de media hora llegamos, el alcohol hacía su trabajo y me beso a la entrada del edificio, con tan suavidad que me provoco robarle un suspiro con mis labios. Dando tumbos por el pasillo llegamos a mi puerta, la segunda del corredor. Cuando cerré la puerta, tomo mi gabardina, me lanzó hacia la puerta besando mi cuello y acariciando mi espalda con sus manos, me deje llevar mientras mordía mis gruesos labios –Es mi primera vez, trátame bien por favor. - Salió de mi boca, ella extrañada se detuvo, me miro a los ojos y metió la mano en mi pantalón, una nueva erección llegaba a mi miembro pero, esta vez sentía que explotaba cuando tomo mis pelotas con su mano, salí de mi cuerpo. – Estás mas que listo bebe. Necesito limpiarme, ¿dónde esta el baño?.

Mientras, tome rumbo a mi habitación y encendí algunas velas, siempre me ponen de buenas, me recosté en la cama a esperarla. Unos minutos más tarde entro a mi cuarto, se dejo caer a mi lado y me dijo que teníamos que hablar del precio, cerramos el trato. Inmediatamente después se quito la ropa lentamente, hasta quedar en solo la tanga roja que cubría el depilado brasileño que lucía ese día. En ese punto me levante, la abracé fuerte, como si fuera el fin del mundo, quería sentir que toda esa carne era para mi. Desabotoné mi camisa y ella besaba cada parte de mi torso yendo cada vez más hacia abajo, mi mano derecha fue directamente hacia su vagina, e introduje un dedo, ya estaba mojada, dejó escapar un suspiro seguido de una sonrisa. Cuando rondaba por mi abdomen, tomo mi pantalón junto con mi boxer y los bajo, dejando al descubierto mi erección, coloco sus manos alrededor, acariciándolo, también me encontraba mojado, recorrió mi falo con un dedo para luego llevárselo a la boca, justo antes de que su lengua probara por primera vez mi jugo, me miro diciendo que ese día se retiraba, asomándose un dejo de tristeza que rondó sus ojos.

Me observé en el espejo en el momento en que ella me la mamaba, su lengua jugueteaba con la punta mientras tomaba mis testículos con las manos. La levante, bese sus senos y arranque la tanga, mientras rozaba piel con mi glande, me recosté y ella se monto en mi de un solo sentón, la vida se me fue con la primera arremetida de su pelvis, era el cielo mismo disfrazado de infierno. Se aferraba a mi pecho haciéndome sentir su protector, yo tomaba sus redondos pechos poniendo sus duros pezones entre los dedos aprisionando un poco, se bajo de mi para colocarse en cuatro pidiéndome que entrará por detrás, la tome del cabello, la penetré poco a poco, centímetro a centímetro, jadeantes, sudorosos, los gemidos y los movimientos eran cada vez mas intensos. Después de algunos minutos, mordidas, rasguños, gritos termine dentro de ella con el alma viva y las piernas cansadas. El frenesí nos llevó al cansancio extremo, al derroche de oxitocina. Exhaustos perdimos la conciencia y nos quedamos dormidos.

La luz de la mañana hizo que despertara, los mareos eran algo a lo que estaba acostumbrado desde hace años, las voces me seguían guiando, el dolor en la espalda y el cuello no se desprendían de mí. Ahí estaba yo, de blanco, la sangre estaba en mis manos, Alejandra toco a mi puerta…hora de mi terapia.

*Relato de "Simón"
*Autor: Herson Garcia @hersond

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