Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde

jueves, 11 de febrero de 2010

"Ella...¡Ella!" *53o. Relato-



Y él aseguró amarla hasta el último minuto de su respiración, antes de que ella se tornara pálida, desgastada y por completo... inerte. Si se preguntan ahora amigos ¿de quién estoy hablando? Pues la respuesta es la siguiente; del padre de mi vieja amiga Rosela. Soy de los que piensan que todos tenemos notas musicales dormidas en el corazón, que desprenden su ritmo melodioso a la par que nuestras almas se exaltan en el éxtasis de las emociones, jamás en voluntad. La melodía de mi corazón era sencilla, pero interesante, o por lo menos para mí (perdonen la falta de modestia).

Rosela fue una de mis mejores amigas y también la chica a la que realmente amé; aunque tristemente jamás tuve la oportunidad de confesárselo. Por eso, donde quiera que ella este ahora, me he tomado la difícil tarea de romper el silencio que ella oprimió toda su vida en su pecho, la verdad, y bien espero en Dios que en el cielo inmenso donde habita me ayude a que estas palabras sirvan y puedan desahogar su espíritu, de esta forma, contando los hechos por ella y así algún día pasar este conjunto de textos a algún sitio donde las personas lleguen a observar y comprender que el dolor existe y sobre todo la soledad. No sé, se me ha ocurrido el twitter o algo igual de útil. Rosela era de las jovencitas tiernas y amigables, humildes y también de las que no podían hablar sin romper en llanto. El padre de mi amiga había sido acusado de violador, un criminal enfermo y obsesivo, lo último que consiguió fue a la señora Linda, madre de Rosela quien a su vez fue producto de la violación. La señora había sufrido demasiado, una vida sin sentido dirían muchos y después de que el sujeto la devoró, pasado nueve meses concibió y murió; sin embargo el violador se había enamorado a tal grado que había aceptado la responsabilidad que quedó, su hija.

En cuanto Rosela tuvo edad suficiente para prestar su cuerpo a deseos ajenos a ella, su padre la prostituyó para poder conseguir la clase de delicias que solía gozar al máximo, lo más común en él era el opio. Así había sido toda la vida de mi amiga."La verdad, me duele, pero, al mismo tiempo es tibio y siento que ellos me quieren más que mi papá" es lo que decía y oírlo me enardecía a la vez que despertaba en mí una profunda compasión. Así que el twitter funcionará, confío en eso. Vi un video de ella por el internet hace algún tiempo, estaba teniendo sexo con un hombre de al menos veinte años más. Su forma de acariciar, su respiración en el cuello y la inolvidable noche en la que usó su lengua en mí y me hizo sentir las maravillas del sexo oral tras una tempestad de licor son las armas más poderosas que manifestó con su carne. ¡Santo Dios! la amé. Ahora sólo me quedan estos recuerdos. De cualquier forma, los hombres que podían conseguirla, a mi juicio, eran lo más malditos afortunados. Amor a una prostituta, ¿pueden entender eso? son palabras que tienen tanto pesar, pasión y tanto caos. Rosela era perfecta y siempre tenía a su disposición a cualquier galán mal nacido para comprarle obsequios, regalarle besos, abrazar y sumir suavemente sus manos para rosar cuanto quisieran su piel y por supuesto para ofrecerle dinero.

El ultimo día que la vi, mi corazón me exigió pronunciar el "te amo". Mas no lo hice, ella renegaría de eso, ¿qué pasaría? iríamos a un hotel, nos recostaríamos en una cama, me vería a los ojos y con sus caricias nos besaríamos, pasaríamos a las ligeras cosquillas de su roses en mi piel, luego de frotarme el pene y humedecernos pasaríamos a fundirnos, ver sus gestos de suave dolor me excitarían y después de desembocarnos jamás la volvería a ver. Ese pensamiento era el que me detenía y por tanto fue ese mismo pensamiento quien me traicionó, jamás pude sentirla entre mis brazos y hacerla mía, con este vacío me quedé, pues ella ya no está.

Probé el licor, la heroína y hasta la misma sangre, todo me supo a ella, ¡ella! y al final del camino, ese día después de verla en la madrugada con el último joven que se acercó y la probó, lloré. Ahora lo entiendo, sus lágrimas decían mucho más de lo que oí, observé parte de la condena, su padre la violó, la violó y la asesinó. Hoy en día me siento doblemente prisionero, maté a ese bastardo y también asesiné a mi voluntad, siento que el sentido que contuve no era nada diferente a lo que muchos otros corazones en el mundo han vivido. Ahora creo que me volveré loco, o ¿estaré más cuerdo de esta fría realidad en el mundo?, no sé que será.

Ese mismo día, cuando el anochecer estaba próximo, la vehemencia corrompía mi cabeza, hablar con ella y verla sonreír o llorar (pues eran sus dos emociones habituales) me encendían. Por eso, cuando oí los gritos en su casa y corrí hacía ella era demasiado tarde, Rosela estaba tirada desangrándose por el estomago en su habitación, su padre desnudo al igual que la chica estaba vertiendo sobre ella su fluido de placer, lo vi, miré la maldición en el peor de los momentos.

-¿cómo has entrado hijo de perra?

Preguntó el señor histérico al verme abrir la habitación. Y yo, por otro lado, no despegaba mis ojos de Rosela quien moría. ¡Me siento tan mal! pues ese día había envenenado mi cordura al llevar un pasamontañas y mi cuchillo, tenía pensado abusar de ella, la tomaría y jamás podría odiarme, yo callaría hasta mi muerte. Fue inútil, eso ya no podría pasar, de modo que con ese cuchillo descargue toda mi ira y despellejé al infeliz de su papá. Así concluyó mi placer, mi inspiración y ella se aseguró de oírme decir: "No diré nada a nadie" promesa que acabo de romper. Y aunque esa fue una de mis oraciones para ella, en realidad la última que percibió fue: "Perdóname Rosela, yo..."

Ahora, saliendo de este agujero conseguiré a quien quiera, tendré una hija y la amaré, eso espero, pues también soy adicto al opio.

¨*Relato de Edgar A.
*Autor: @azka07

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