Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde

sábado, 13 de febrero de 2010

Carta a los lectores de Tuiteras prostitutas. *60o. Relato


Carta a los lectores de tuiteras prostitutas

Hola América:

Mi nombre es Mónica, me reservo la identificación por circunstancias que encontrarás obvias más adelante. Entré hace unos días a twitter y encontré el concurso de tuiteras prostitutas que organizas como @amerikapa. Leí algunas de las historias que subiste al blog, por lo general son divertidas, pero el asunto es mucho más complejo que eso. La prostitución es un monstruo de diez mil cabezas, de las cuales, la inmensa mayoría están sumergidas en lo más profundo de la depravación humana. Esto te lo digo con pleno conocimiento del tema, y de la peor manera. Me parece que el tuyo es un gran foro para dar a conocer mi caso en México y que tus lectores se enteren del verdadero rostro de la prostitución.

En el año 2006 me divorcié antes de cumplir veintiún años. Mi hija tenía tan sólo un año y debí encargarme de su manutención. Trabajé como asistente de educadora en un jardín de niños y tenía a mi bebé en una guardería del seguro. A mi madre le diagnostican cáncer de mama y como único familiar me tuve que hacer cargo de su salud. Ganaba cinco mil pesos mensuales y todo mi sueldo se iba en medicinas. Estaba en una situación crítica. Conocí en una reunión a un venezolano llamado Walter, lo agarré como paño de lágrimas y comencé una relación con él. Cuando me vio desesperada por dinero me dijo que nos fuéramos a Inglaterra, donde tenía conocidos y podría ganar hasta 3,000 libras mensuales trabajando en salones de belleza. Me aseguró que no necesitaba experiencia porque sólo me encargaría de lavar cabellos, barnizar uñas y colocar postizos ¿Del idioma? Que en unos días aprendería la jerga técnica y que él me iba a enseñar a hablarlo. La idea me entusiasmó y vi la manera que mi ex se quedara con mi hija para irme y así pagar los gastos médicos de mi madre. Pedí un préstamo para mis pasajes, me encomendé a Dios y me marché.

Abordamos un vuelo a Londres el 27 de marzo de 2006. Llegamos a Heathrow el 28 sin mayor contratiempo. En el aeropuerto nos esperaban dos hombres, que Walter me presentó como Akil y Bertrand un ucraniano y un venezolano. Nos subimos a una camioneta y nos dirigimos hacia los suburbios de la ciudad, era un día copado por nubes con una lluviecilla que no cesaba. Estaba primero emocionada porque iba a pagar tranquilamente los gastos de mi madre y segundo ansiosa por saber cómo estaba mi bebé. Me urgía conseguir un teléfono para avisar que había llegado, se lo hice saber a Walter, pero lo noté muy tenso pensando en otras cosas, como me enteré después.

Llegamos a una zona de edificios multifamiliares y los tres se bajaron dejándome sola en la camioneta. Platicaban calmadamente y de pronto alzaron sus voces, le extendieron un sobre de papel manila y Walter lo abrió: era dinero. Walter manoteaba y manoteaba hasta que uno de ellos sacó su cartera y le dio más billetes. Subió a la camioneta mojado en sudor, aún con el frío que se estaba sintiendo. Le pregunté qué era lo que estaba pasando. Sin responder a mi pregunta me pidió mi pasaporte. Le dije que todo estaba muy raro, que me daban miedo sus amigos y que no se lo iba a entregar. Walter me dio un abrazo y me pidió que confiara en él. Me dijo que sus amigos habían arreglado lo de un departamento con dinero que le debían y que necesitaban nuestros pasaportes para hacer el contrato de arrendamiento. Me dijo que se iba a quedar ahí para recoger unos sillones que les encargó y que ellos me llevarían a conocer el departamento para encontrarnos en un par de días más. Me dio un beso en la boca, y se bajó. Esa fue la última vez que lo vi.

Bertrand se subió junto a mí y Akil manejó la camioneta. Me dijo que Inglaterra me iba a gustar mucho, que había muchos lugares que tenía que conocer. Akil se dirigió al motor road M4. “Te conseguimos empleo en Cardiff, una ciudad preciosa que está a sólo tres horas de Londres.” Tenía que llamar a mi casa para avisar que había llegado, nos detuvimos en una gasolinera y él me comunicó a México. Hablé con el padre de mi hija, le avisé que había llegado bien, que en cuanto pudiera comenzaría a mandar dinero. Me sentí más tranquila y me quedé dormida durante el trayecto. Llegamos muy tarde a Cardiff. Me llevaron a un departamento en el barrio de Splott: era un lugar sucio, olía a comida rancia y tabaco. No me podía quedar en ese cuchitril y les pedí que me llevaran a un hotel y yo pagaría la habitación. Ahí fue donde todo cambió. Bertrand me reveló la verdad: Walter me había traído a Inglaterra para que trabajara como prostituta. Tenían un círculo de prostitución en Cardiff y que le habían pagado 4,500 libras para que me llevara de México más los gastos de transportación de él. Mis piernas temblaban, mi mandíbula, mis manos; no podía articular palabra estaba completamente en shock. Akil me tomó la cara como si estuviera catalogando una vaca. Yo estaba llorando incontrolablemente, traté de quitarme y defenderme con las manos y con las uñas. Me dio un golpe con el puño cerrado en el estomago. Metió sus dedos bajo mi falda y los introdujo en la vagina con palabras que no comprendí. No podía dejar de llorar. Le pedí a Bertrand que me ayudara. Se me acercó y me quitó toda la ropa; a la menor resistencia recibía una bofetada. “Cálmate y las cosas se te irán mas suavecitas” Me dio a beber un vaso de un Whiskey amargo y me pidió que me lo tomara todo de una vez. “Pagué por ti una pequeña fortuna y me la vas a tener que regresar, por la buenas o por las malas.” “Esta es tu iniciación, Akil, te va a chingar y yo te voy a grabar y después cambiamos lugares, así es que mejor lo disfrutas, ven acá, tómate esto.” Me dio a beber otro vaso, el alcohol hacía sus efectos: me estaba emborrachando. Akil se bajó el pantalón y me obligó a hacerle sexo oral mientras Bertrand hacía lo que me dijo: grabarme. Lo metía hasta atragantarme; me daban ganas de vomitar, si hacía gestos o lloraba, me jalaba el cabello con toda su fuerza. No sé durante cuánto tiempo lo estuvo haciendo hasta que eyaculó dentro de mi boca y me obligó a tragar golpeándome la nuca con fuerza. Bertrand le pasó la cámara, se montó en mí; luego me violó vaginalmente y analmente con un bastón de seguridad. Esa fue mi primera noche en Cardiff.

Cobraban 260 libras por una hora y 160 libras por treinta minutos. Los clientes eran obreros de los alrededores, supongo. Cada cliente era un violador, nadie se preocupó nunca por mí: llegaban a su negocio, sin mediar palabra me violaban y se marchaban. Esto se repetía todo el día y toda la noche hasta perder la cuenta. Una mujer llevaba ropa limpia cada 2 o 3 días y me dejaba pan de caja y latas de sardinas, era todo lo que comía. Había al menos otros tres departamentos con mujeres. La única vez que las vi, fue cuando las traían para estar con varios hombres en forma simultánea. Me inyectaban heroína con cierta frecuencia, perdí la noción del tiempo, me abandoné emocionalmente: era lo mejor. Sabía que no iba a salir viva de ahí.

El 27 de abril de 2009 la policía hizo una redada al edificio y me rescataron. Me llevaron a un hospital a desintoxicarme de la adicción a la heroína, ahí descubrieron que soy VIH positivo y tengo hepatitis C. Encontraron ruptura tota l y fibrosis del esfínter anal que requiere cirugía; mientras tendría que usar pañales.

Me llevaron a declarar contra Akil y Bertrand a “Cargill Crown Court”: enfrentan cargos por trata de personas y una condena máxima de ¡5 años!

Llegué a México deportada hace un mes. Mi madre murió hace dos años. Mi hija ya tiene cuatro años y me está conociendo. La embajada de México me tenía por desaparecida. A Walter lo busca la Interpol. Sé que mi vida se acabó, que pronto moriré de cirrosis por la Hepatitis, no soy candidata a trasplante porque tengo SIDA. Tomo terapia sicológica tres veces a la semana y me están dando Prozac. Sé que conocí el infierno, y que Dios quiso que las cosas fueran así, aunque estuve peleada con Él mucho tiempo por sus decisiones incomprensibles. Hoy sólo quiero estar tranquila, vivir los días que me quedan en compañía de mi hija y ser, dentro de lo que cabe, Feliz. Espero que esto sirva para salvar al menos a una persona. La prostitución no es divertida, al menos no la prostitución forzada. Por favor publícalo, que Dios te bendiga y ¡Suerte!

Mónica N.

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