Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde

sábado, 6 de febrero de 2010

Alexia. *36o. Relato


El cuerpo de Alexia había sido como un hotel. A veces arrabalero y corriente, a veces de 4 estrellas y lujoso. Muchos hombres se habían hospedado en él: algunos habían pagado la cuota más alta para disfrutar de todos los servicios. Algunos habían pasado sólo una noche, otros habían permanecido por temporadas enteras. Otros habían intentado escabullirse para evitar la transacción.
…pero Alexia estaba aburrida de esas aventurillas. Conocía perfectamente las cualidades de algunos de sus clientes: como el tamaño de la verga de Samuel, quien siempre gozaba de pagar las mismas cantidades por 30 minutos de placer por las mañanas, a veces menos, a veces sólo 5 o 10 minutos en lo que se la follaba y hacía el “check out” más rápido que su propia eyaculación. Rolando, pasó sólo una noche en ese hotel de lujo en de forma especial. Gozó de todos los manjares, pidió servicio a la habitación y se sació. La cuenta fue cara, pero y estaba dispuesto a adquirir una membresía…pero a ella le había desagradado. Buscaba uno asiduo y fiel que pagara bien, que renovara el negocio… y cumpliera sus expectativas. Necesitaba un socio que aportara su capital.

Un día navegando por Twitter descubrió que un tal @droyal__mez la seguía. A simple vista le pareció un “nick” un poco tonto, pero le causó curiosidad. Buscó sus fotografías, a juzgar por ellas tenía unos pectorales impresionantes, era bien parecido. Sin querer quedarse con la duda buscó contactarlo: comenzó a enviarle DM’s; al inicio hubo un acercamiento amistoso y hasta inocente, poco a poco se volvió atrevido y picante: ¿cómo son tus pezones?, ¿qué ropa interior estás usando?, ¿cuál es tu máxima fantasía sexual?
Después de mucho indagar se citaron un viernes por la noche en un bar de mala muerte en La Merced. No sabían exactamente que se dirían Alexia y @droyal_mez, de quien ni siquiera sabía su nombre verdadero. Lo vio parado en una esquina, con un cigarro en la mano, expeliendo humo, con barba de tres días y un saco oscuro, camisa informal y pantalón de mezclilla, parecía no inmutarle el lugar.
“Hola, soy Alexia”. Se saludaron afanosamente. Sin siquiera responder la miró a los ojos y preguntó sin soltar su cigarrillo: “¿Qué quieres hacer?” “Quiero que vayamos al bar Luna de Plata y me padrotees”. Alexia buscaba hacer reservaciones anticipadas.
Entraron al bar, él cotizaba entre las mesas, ofrecía sus servicios y preguntaba cuanto pagarían por ellos. Algunos miraban los muslos de la chica bajo su falda corta y su blusa entallada que mostraba unos senos prominentes. “Quiero metértela por atrás, mamacita ¿cuánto?” Preguntaba un borracho desaliñado, hediondo y maloliente. El compañero de Alexia tenía una extraña y sorprendente habilidad para negociar y un poder de convencimiento notable.
Finalmente Alexia había conseguido cuatro clientes esa noche. No discriminó su aspecto sórdido y desfachatado. Ella era una mujer joven y bella y nunca reparó en la apariencia de ningún hombre con tal de que se hospedara en su cuerpo…y pagara.
Alexia pudo gozar de la compañía de cuatro clientes feos, vulgares y soeces que solicitaron todos los servicios. Esperaron pacientemente en el lobby, se acariciaban un poco, los acariciaba a ellos como cortesía de la casa. Su compañero permanecía quieto, mirando la escena sin participar, sin dejar de fumar.
“Quiero un masaje, mamacita”, “A mi tráeme un pescado para cenar”, “Necesito meterme a chapotear en el jacuzzi, mami”. “¿Me limpias el cuarto?”, “Cámbiame las sabanas, por favor”. Hubo todo tipo de solicitudes que Alexia no se daba abasto. Uno de los clientes pidió el penthouse, pero otro más solicitó la habitación presidencial. Necesitaba una llave especial para abrirla, y un vino espumoso para acompañar. Pasó un rato para llegar a la habitación, hasta que alcanzaron el máximo piso, la botella se descorchó…y el vino se vertió como una explosión.
Los cuatro clientes pasaron la noche juntos. Habían quedado satisfechos, solicitaron una membresía especial para regresar al hotel que se vencería en un par de horas más y del cual deberían pagar horas extras. A la mañana siguiente, cuando Alexia abrió los ojos en medio de las sabanas sucias y las manchas del vino espumoso sobre ellas vislumbró la imagen de su hábil socio capitalista…fumaba la miraba con sus ojos penetrantes. Ella le sonrió de manera pícara, sabía que pediría su parte del negocio…estaría dispuesta a pagarle con regalías.

*Relato de "Espermati-sida"
*Autor: Miriam Canales @miriam_k_nales

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